Una rutina que se repite infinitas veces al día en distintos lugares del mundo. Una escena común. Una mujer siendo dura consigo misma. Su peor enemiga. Una implacable juez.
A raíz de las redes sociales y el boom del Photoshop hemos ido perdiendo, poco a poco, la capacidad de aceptarnos tal como somos, con esos pequeños ”defectos” que nos hacen únicas, cosa que se complica aún más cuando vivimos en el país de las ”mujeres bellas”, corrijo, ”de las misses”.
Ya no solo modificamos nuestro cuerpo a punta de dietas, horas en el gimnasio, cirugías, prótesis, bótox, keratina, tintes de pelo, uñas postizas, capas y capas de maquillaje. También nos aplicamos ”filtros” y ”photoshop” a todas y cada una de las fotos que nos tomamos.
No estamos conformes, ni medianamente satisfechas con cómo lucimos, entonces echamos mano de la tecnología para sentirnos ”mejor”. ”Vernos más lindas”.
Si a eso le sumamos que la industria cosmética a nivel mundial nos hace preguntas del tipo: ”¿y tú para quién te maquillas?”; las revistas de moda proliferan en explicaciones rebuscadas de ”maquíllate para que tu hombre te mire como Grey a Anastasia en 50 Sombras de Grey”, estamos cada vez más condicionadas a sentirnos miserables e inconformes con las mujeres que somos.
Diariamente una mujer puede demorar entre 20 y 30 minutos maquillándose. Si promediamos a la semana invertimos más de 180 minutos, casi 66 horas al mes, en resumen invertimos 27 días y medio en maquillarnos al año, el problema no está ahí, en esa ”pérdida de tiempo”, el problema está cuando supeditamos nuestra belleza, autoestima y valor como ser humano al acto de ”maquillarnos” y ”retocarnos con filtros y demás artimañas digitales”.
El problema real, radica en el ”porqué” nos maquillamos.
En las razones tras las cuales nos escudamos día a día detrás de bases, correctores, rimmel y polvo. Detrás de Photoshop, y ”valencia”, ”hefe”, ”brannan” y demás filtros del Instagram.
Del tiempo de vida que sacrificamos luego de borrar más de 10 selfies porque ”no somos lo suficientemente bonitas”.
Por lo que un día, harta de tanta plasticidad, me desperté y decidí hacer un experimento.
Experimento que, a diferencia del tema #BeautyIs de DOVE, (que está asociado a un concepto de ”belleza natural” que va más ligado al deseo de compra de un producto que ”realza tu belleza natural”) va únicamente ligado al: amor propio, autoestima, al empoderamiento de la mujer para demostrar que somos mucho más que nuestro aspecto.
¿Qué pasaría si subo a mi Instagram un selfie, sin maquillaje, completamente al natural?
Me llené de valor y smartphone en mano me dirigí al espejo más cercano, me lavé la cara, y sonreí. Apreté ese botoncito causante de tantas desdichas que se llama ”cámara” y listo. Sin pensarlo dos veces subí la foto a mi Instagram y la compartí automáticamente en mi Facebook.
El copy era sencillo: (cito)
#TakeAnHonestSelfie. Miércoles sin maquillaje, sin zarcillos, sin filtro. ¿Cuántas más se sumarán a esta campaña? Somos mucho más que “maquillaje”, “filtros” y “photoshop”.
Tremenda sorpresa, promediando los ”likes” de ambas redes sociales tuve 120 ”me gusta”.
Jamás (en todo el tiempo que tengo en redes sociales) algo mío había causado tanto éxito.
Con el pasar de las horas tomé la decisión, ¿y qué pasa si contagio al resto de mis amigas con ésto?, ¿se atreverán?, ¿y si aprovecho ese ”músculo” de las redes sociales y le pregunto a las mujeres qué piensan de salir sin maquillaje en una foto?
Valga decir que cuando lancé el ”reto” a ese universo 2.0 donde comulgan mis casi 2000 seguidores en twitter, y mis 1900 y pico amigos en Facebook creí que se burlarían. Que fracasaría estrepitosamente. Que me tildarían de loca.
¡Vaya si estaba equivocada!
Mis demás compañeras de MS21 no lo dudaron dos veces y me mandaron sus fotos, mis propios contactos comenzaron a compartir el reto en sus muros, artistas de la talla de Catherine Fulop y su sobrina Stephanie Cardone-Fulop incluyeron a todas las mujeres de su familia en el #TakeAnHonestSelfie.
Directo desde Miami, y vía Instagram se sumó Carla Angola con su cuñada.Luego vino el selfie de Fabiola Colmenarez, actriz y luchadora social. La periodista Carines Moncada también se sumó a la campaña y logró que la blogger de Vogue hispano, Jennifer Barreto-Leyva se sumara también. Desde España tías, primas, hasta la mismísima Arlette Torres de Azul y No tan Rosa me mandaron su foto. Ale Otero, Jairam Navas, Marcela Girón, Caro Aldrey-Keefer y todas las de Gatamundi.
Chicas de todas partes. Madres que me escribieron de sitios tan remotos de mi país como Zaraza. Mujeres anónimas que mandaron selfies desde McDonald’s en Uruguay. Señoras de mi colegio que me escribieron para mandarme sus fotos. Madres e hijas unidas por un mundo con menos maquillaje.
De manera orgánica, valiéndonos del ”boca a boca” 2.0 alcanzamos en tan solo 36 horas más de 1millón de cuentas en Twitter que se vieron expuestas a la campaña de #TakeAnHonestSelfie.
Comentarios de hombres que se sentían ”esperanzados de ver tanta belleza natural”, ”tantas mujeres bellas” como Gabriel Figueira de ”Gaélica”, Ricardo Páez de ”Somos tu y yo”. Y luego, lo más emocionante, capaz inspiradas por el #ALSIceBucketChallenge más mujeres comenzaron a sumarse a nuestro selfie honesto retando a sus propias amigas, volviéndose ya una campaña internacional.
Mujeres que dejaron de ser ”desconocidas” para mi, para convertirse en amigas. En compañeras de viaje. De un viaje que arrancó con una declaración de libertad y autoestima. Con un ”soy bonita y me acepto como soy”. Con casi 1600 selfies en 2 semanas de campaña.
Con miles de sonrisas detrás de una pantalla.
Un experimento que arrancó como la justificación de este texto de blog, se ha convertido en un movimiento, que dentro de poco tendrá una propuesta audiovisual. Una exposición fotográfica y un video testimonial.
Una declaratoria de individualidad. De aceptación. Una avalancha de cumplidos. De piropazos. De mujeres que saben que ”no hay que mirar ningún espejo, porque se sienten toas’ guapas”.
(P.D: Gracias a todas, a las casi 20 locas que son mi crew de Mujeres del Siglo 21. A mi hermana Mate por confiar en mi experimento, y a todas esas mujeres del otro lado del internet que sin miedo alguno quisieron subirse en este carro)